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Mostrando entradas de 2019

Porcentajes

‘Paciente’ de Silvia Muñoz Los médicos (me incluiré en el término, aunque aún es pronto) trabajamos con estadísticas. Son nuestra barrera, fuerte y refugio. Nos respaldan cuando todo va bien y nos defienden cuando no. El año pasado conocí a un chico que, sin saberlo, me enseñó el verdadero valor de los porcentajes. Él había superado recientemente una enfermedad grave. Una de esas que marcan un antes y un después, que hacen que dejes de fumar, reinicies tu vida o empieces a ir a misa. Por entonces esperaba los resultados de 'x' prueba y estaba pendiente de una revisión 'y'. Él me gustaba, me importaba, y yo buscaba respuestas en las páginas de mi libro de hematología, pero sólo encontraba porcentajes. Porcentajes de complicaciones, porcentajes de recaída, porcentajes de superviviencia....Pero, ¿él iba a estar bien? Ninguno de aquellos estúpidos guarismos podía responderme la única pregunta cuya respuesta necesitaba conocer. Nunca supe el resultado de la prueba &#

Hoy no

MediCómic de Silvia Muñoz No quiero ser médico. Hoy no. Da igual cuántas horas (o años) hayas estudiado. Da igual que conozcas la anatomía, fisiología, etiología y patogenia de cientos de enfermedades. Identificar los distintos fármacos, mecanismos de acción o posibles interacciones no es relevante de cara al paciente. Nada lo es. Porque la labor del médico es hacer ciencia, y la ciencia no es justa ni hace milagros. Mi abuela tiene celulitis (inflamación de la piel) por insuficiencia venosa en las piernas. Es una de esas enfermedades crónicas, poco graves pero muy molestas y sin una cura definitiva, y no sé si es por desconocimiento, esperanza o decepción, pero ha decidido sustituir la medicina tradicional por la naturopatía. No estoy en contra del yoga, la meditación, las infusiones y las terapias alternativas. Creo que, en las debidas circunstancias, pueden ser de gran ayuda, siempre como complemento de la medicina tradicional y nunca como sustitutivo, pero unas gotas

Rojo

Rojo de Silvia Muñoz  El rojo es un color intenso. Fuerza, amor, fuego, pasión... Rojo bermellón, rojo carmesí, rojo escarlata... Y rojo sangre. Sangre de un color rojo vivo, como la que recorre nuestras arterias hasta llegar a los capilares más finos y sangre más oscura, como la que recogen las venas para llevar de nuevo al corazón. En contra de lo que piensa mucha gente ser médico no implica tener contacto con sangre necesariamente. De hecho, los sangrados francos, visibles y escandalosos no son para nada frecuentes. Incluso en los quirófanos de hoy en día, con todas las medidas preventivas y farmacológicas disponibles y los procedimientos mínimamente invasivos, es raro ver hemorragias descontroladas. Por eso impresiona cuando ocurre, porque suele ser malo. La primera vez que vi un sangrado así fue en digestivo, viendo una gastroscopia. Era un hombre joven, con cáncer de páncreas de reciente diagnóstico y varices esofágicas, unas dilataciones de las venas que si empiezan

Late, corazón

Corazón de-sastre  de Silvia Muñoz - Has tocado un corazón. Eso es algo que no puede decir mucha gente -dijo mi adjunto-. - Presumiré de ello con orgullo -me reí. Es cierto. He tocado un corazón. Un corazón humano, en su sitio, latiendo. Un corazón vivo. Si eso no es impresionante no sé qué lo es. Bueno, sí. La cirugía cardíaca en sí misma es bastante impresionante, porque ese mismo corazón que toqué vivo, latiendo con fuerza, caliente contra mi mano, lo toqué unos minutos más tarde frío y quieto, paralizado por el potasio de la cardioplejía. Para poder operar un corazón es necesario pararlo y vaciarlo de sangre. Para ello se establece un sistema de circulación extracorpórea, una máquina recoge la sangre de las venas cavas, la oxigena y la devuelve a la arteria aorta, por lo que durante la cirugía el corazón y los pulmones están completamente quietos, parados, inertes. Una vez realizada la operación todo se devuelve poco a poco a su funcionamiento normal, y el corazón, prev

Desnudez

Desnudez de Silvia Muñoz Me siento estúpida. Pienso en este diario y sólo veo una recopilación de historias huecas rellenas de drama y desazón amplificados para recrearme en mi egocentrismo de una manera casi circense. ¿Quién soy yo para quejarme de carga emocional? Yo sólo miro mientras otros mueren. O viven. O luchan. Ellos sí sienten. Luego recuerdo que mis problemas no se vuelven pequeños porque los de otros sean mayores. Mis sentimientos no desaparecen y mis pensamientos no se esfuman. Y que no escribo para ser leída, sino para escucharme. Al final no me parece tan estúpido. Ya sólo me siento desnuda.

Claroscuro

Ilustración de Agnes Cecile Siempre me han gustado los contrastes. Encuentro fascinante la combinación de términos opuestos o radicalmente distintos, no sólo con un fin estético, sino también en el día a día, en la vida cotidiana, en general. Blanco-negro, fuerte-débil, sombra-luz... Son conceptos simples, fáciles de ver e imaginar, pero pueden enredarse en complejos laberintos conceptuales, a veces bonitos, a veces irónicos, a veces insondables. Hoy ha sido una mañana de contrastes. Empezando por la mujer de la sexta planta que, a pesar de ser joven y carecer de patología grave no tardó ni cinco minutos en echarse a llorar y hacer todo un despliegue de quejas, lamentos y súplicas sin sentido reforzadas por una madre histérica con muy malos modos y una actitud muy violenta y del todo injustificada. Viéndola gritar en medio del pasillo a mi médico adjunta que, por su parte, explicaba pausadamente la situación, me acordé de todos esos titulares que tanto me impresionan y desconcier