Ir al contenido principal

Historia clínica


Ilustración de Paula Bonet

Ayer mi R4 me mandó hacer una historia clínica. Seleccionó a la paciente más colaboradora de la planta, me presentó y me lanzó al ring. No era la primera historia clínica que hacía, tampoco fue la mejor. Lo que marcó una diferencia para mí fue la corrección. Mi resi favorito ni siquiera miró la hoja que a mí me había costado tanto escribir. Me miró a mí y me preguntó qué problemas y dificultades me había encontrado y cómo me había sentido.
¿Y qué importancia tiene eso?
Pues la tiene. La tiene porque plantarse con una bata delante de una persona enferma y hacer como que lo tienes todo controlado es difícil. Yo estaba insegura, nerviosa y preocupada, y no debía notarse.
Nadie nos enseña en la facultad a tratar con los pacientes ni a hablar con sus familias. No nos explican que la inseguridad te perseguirá siempre, o que la preocupación es intrínseca a esta profesión y que para que los nervios no te delaten es necesario un máster de arte dramático.
¿Qué cara hay que poner cuando una mujer te cuenta que su hijo adolescente murió apuñalado en una reyerta?
¿Qué hay que decirle a una paciente con asma, ansiedad y depresión que perdió a su marido hace unos meses y ahora no es capaz de salir de casa?
¿Cómo le explicas a un chico de veinte años que vive solo con su madre que ella está mal, que es grave, que se está muriendo?
Y tú estás ahí, con tu tarjeta identificativa en la que pone “estudiante”, pero no sabes qué cara poner ni qué decir, porque hay dolores que no se pasan con paracetamol y hay problemas que carecen de tratamiento eficaz. Tampoco existen fármacos que curen la añoranza ni pastillas que revivan a los muertos. Y tienes que aprender a estar ahí, a dar consuelo y apoyo si es posible, aunque no se hayan impartido seminarios sobre eso en la facultad, aunque no caiga en el MIR ni se hayan parado a explicarte cómo se afronta el sufrimiento.
Por eso, Dr. Desastre, te estaré eternamente agradecida. Porque por primera vez alguien me ha preguntado cómo me sentía yo enfrentándome a un paciente, por primera vez alguien me ha hablado de ello con sinceridad y ahora, aunque no sepa mucho más, me siento un poco menos perdida.

Comentarios

  1. Un placer "estrenar" este rinconcillo...
    Y afortunado de hasta ser mencionado en una de tus entradas R0...

    Cómo me recuerdas a mí cuando comencé a danzar por los pasillos del hospital con el disfraz de médico, con tantas dudas, miedos, inquietudes y mendigando un poco de atención...y si me apuras...hasta de sentimiento. Una de las razones de por qué me hice médico es precisamente porque quería SENTIR...y eso pequeña, a veces conlleva un "¿qué tengo que hacer ahora?". Olvídate, no te lo van a enseñar en ninguna clase, no lo vas a estudiar de ningún libro, apunte o atlas...ni siquiera probablemente (por mucho que los que ya llevamos tiempo en esto lo intentemos transmitir) en un blog. Enfrentarte a un paciente, como te dije, es un arte, arte que vas a ir conociendo y aprendiendo. Ten por seguro que vas a aprender a actuar ante esas situaciones, sobre todo las de inseguridad interna a la par que seguridad y aplomo externo, debemos transmitirlo y eso sólo se consigue poco a poco y con la práctica. Créeme que lo conseguirás, no te impacientes. En cuanto a qué decir o hacer cuando un paciente se te eche a llorar o te pregunte sobre tu futuro...eso ya está en ti y en cómo seas o quieras ser con tus pacientes. Yo tuve un adjunto (el mejor y más humano que tuve en la carrera, paradójicamente era cirujano) que me decía algo así como "cada uno se involucra y siente/padece con los pacientes hasta el punto que quiera, unos médicos se ponen un escudo porque no quieren pasarlo mal; y otros como yo que prefieren meterse y mezclarse hasta el fondo con los pacientes a pesar de que luego termine pasándolo algo mal"...
    Yo ya viste que soy de esto último, porque me sale serlo, porque quiero sentir y porque ante todo, ten muy muy presente, que el otro lado del fonendo siempre está más frío, o... ¿Cómo te gustaría que tratara un médico a tu familia?

    Te agradezco yo a ti que me hicieras recordar...la raíz de todo.

    Ánimo y sigue adelante que serás una crack! Vales para esto, no lo dudes NUNCA!!!!

    PD: ya me explicarás eso de resi "no favorito" jajaja XD

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No tengo palabras.
      GRACIAS por todo.

      Qué bonito es que te adopten cuando vagas perdido por esos pasillos tan llenos y a la vez tan vacíos. Y qué suerte la mía.
      Ojalá nunca dejes de enseñar, que hay muchos R0 necesitados de maestros -padrinos- como tú.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Late, corazón

Corazón de-sastre  de Silvia Muñoz - Has tocado un corazón. Eso es algo que no puede decir mucha gente -dijo mi adjunto-. - Presumiré de ello con orgullo -me reí. Es cierto. He tocado un corazón. Un corazón humano, en su sitio, latiendo. Un corazón vivo. Si eso no es impresionante no sé qué lo es. Bueno, sí. La cirugía cardíaca en sí misma es bastante impresionante, porque ese mismo corazón que toqué vivo, latiendo con fuerza, caliente contra mi mano, lo toqué unos minutos más tarde frío y quieto, paralizado por el potasio de la cardioplejía. Para poder operar un corazón es necesario pararlo y vaciarlo de sangre. Para ello se establece un sistema de circulación extracorpórea, una máquina recoge la sangre de las venas cavas, la oxigena y la devuelve a la arteria aorta, por lo que durante la cirugía el corazón y los pulmones están completamente quietos, parados, inertes. Una vez realizada la operación todo se devuelve poco a poco a su funcionamiento normal, y el corazón, prev

Ángeles caídos

' Ángel Caído'  de Silvia Muñoz Hay un tipo concreto de médico que me fascina. Edad media. Aplomo y sabiduría a partes iguales. Saber estar. Buen profesional, mejor humano. Escucha, asiente, educa, sonríe y acompaña. Hay muchos así. Llevan dentro la energía latente y la calma infinita del mar. Reaccionan con determinación ante las circunstancias más adversas, y ya han tenido suficientes vidas (y muertes) a su cargo como para comprender la importancia de los detalles más pequeños y el poder sanador de una caricia. Es el tipo de médico que algún día me gustaría llegar a ser.  Ver a estos profesionales derrotados durante la pandemia, fragmentarse, descomponerse y llorar, me parte el alma. Es incongruente. Como si lloviera hacia arriba o hubiesen dado la vuelta a los relojes. Como ver ángeles caídos.  Siento que la tierra ha cambiado el sentido de giro. Que vuelven los positivos y los ingresos, las cifras suben y el cronómetro cuenta los segundos hacia atrás. Hasta que estén las U

Dioses

'Dioses' de Silvia Muñoz Estoy viva. Y sana. Y cuando soy plenamente consciente de ello se lo agradezco intensamente a la suerte, al destino, al karma y a todos los dioses en los que no creo. Cada vez que una chica joven, con una u otra dolencia o enfermedad, se cruza en la rutina de mis prácticas, me siento culpable. 'Pude ser yo', pienso. Y entonces culpo a la suerte, al destino, al karma y a todos esos dioses cuyo nombre no recuerdo de ser tan crueles e injustos. Yo no hice nada para estar a este otro lado de la mesa. Ella no hizo nada para merecer entrar en esta consulta. Y llega el siguiente paciente y tristemente me olvido. Porque pude ser yo, pero no fui.