Desazón de Silvia Muñoz Estoy cansada. Agotada. Exhausta, más bien. Tengo la suerte de no ser un ficus durante las prácticas. Lejos de sentirme como un elemento inútil y meramente decorativo que dedica su mañana a la persecución interminable de un médico de verdad, soy casi como un residente de primer año en el servicio de medicina interna y me siento afortunada por ello. Asisto a sesiones, paso planta, exploro pacientes, escribo evolutivos, ayudo con las altas y hablo con los familiares. Se podría decir que trabajo o, al menos, ‘trabajo’. Y como buena e inocente novata que soy me llevo el trabajo a casa. No es algo consciente, no es voluntario. Sólo estoy distraída. Abstraída. Ausente. A la hora de comer, cuando intento descansar y mientras hago como que estudio el examen de la semana que viene, lejos de centrarme en lo que estoy -o debería estar- haciendo, mis neuronas se dedican a intercambiar información y discutir términos médicos con la misma intensidad que los adjunto...
Diario de un rotatorio y memorias de una bata.